domingo, 28 de diciembre de 2008

Un Maestro Amunateguino: MARIANO CASTILLO LARENAS (1905 – 1970)


Dicen que la memoria es frágil, que si vivimos sin pasado, sin recuerdos, nuestro presente se resquebraja lastimeramente mientras avanzamos a ciegas hacia un futuro incierto que limita peligrosamente con la Nada. Es por eso que no resulta un ejercicio ocioso ni inútil intentar evocar el recuerdo inspirador, no solo nostálgico, de aquellos que en el pasado crearon los sólidos cimientos sobre los cuales hoy podemos seguir levantando nuevas realidades culturales. Sobretodo ahora que hordas de flaites y pokemones se enseñorean en cada rincón del aporreado inconsciente colectivo de nuestra juventud “tan triste y falsa”, como cantaban ya los Prisioneros por aquellos patéticamente míticos años 80, y cuando hoy la tele y los medios tecnológicos reparten su moda de mediocridad, vulgaridad y mal gusto en un ritual de ridícula y ostentosa frivolidad parasitaria.

Y precisamente porque se vive - y se vive mejor- del ejemplo excelso y no de la imitación simiesca es que se hace un deber moral y justiciero el rescatar de las garras pegajosas del olvido irresponsable a aquellos jóvenes de otros tiempos que sentaron las bases de la actividad que hoy nos convoca y entusiasma. En el caso de nuestro querido Liceo y de nuestro deporte-ciencia-arte, debemos mencionar el nombre de un gran amunateguino, don MARIANO CASTILLO LARENAS, cuyo natalicio se celebró recientemente. A continuación, presentamos una breve reseña bibliográfica de este gran ajedrecista, nueve veces Campeón Nacional:

El día 23 de Septiembre de 1970, falleció Mariano Castillo Larenas.

Este hombre, que había nacido en Buin en la Nochebuena de 1905, era docente y maestro del ajedrez. Siendo profesor de inglés y francés dictó clases en aulas de Parral, Angol, Traiguén, Concepción, La Serena, Valparaíso y en otros lugares de Chile, como también enseñó nuestro juego en todos los lugares por donde anduvo. Don Mariano era un hombre abierto a entregar y compartir cuanto sabía de ajedrez, de idiomas, o del vivir.

Cuando cursaba sus estudios de humanidades en el Liceo "Miguel L. Amunátegui" de Santiago, se interesó por esta práctica deportiva. Su primera actuación ajedrecística de importancia la tuvo en el Campeonato de Chile de 1920, y que ganara Carlos Peralta.

Cuatro años más tarde ganó el galardón máximo del ajedrez chileno, título que lo volvió a obtener en los campeonatos de 1924, 1926, 1927, 1929, 1934, 1940, 1947, 1949, y 1953, siendo solo superado (posteriormente) por el maestro Rodrigo Flores.

De su actuación internacional mucho se puede citar, pero recordemos que participó en el Primer Torneo Internacional de Mar del Plata (1928) y en el cual volviera a jugar en 1936, 1948 y 1950. Intervino en el Torneo Internacional de Sao Paulo 1941 y el Internacional de Venecia 1950. Formó parte del equipo chileno en las Olimpíadas de 1939 (Buenos Aires) y Dubronik 1950 (Yugoslavia).

Durante sus actuaciones se enfrentó a grandes figuras del tablero, con la tranquilidad que le caracterizaba; triunfos y, derrotas, no le alteraban su serenidad. Los grandes del ajedrez no siempre ganaron frente a Mariano; recordemos que empató con Alexander Alekhine cuando éste era Campeón del Mundo, como, también obtuviera iguales resultados con Euwe, Pachman, Tartakower, Kotov, Gligoric y otros; y no olvidemos sus triunfos, ya frente a Najdorf, Pilnik, Czerniak, etc.

Eran otros tiempos, y para el ajedrez también. En 1927, Mariano Castillo jugó un "Match Telefónico" con el campeón argentino Carlos M. Portela. Allá en Buenos Aires, Portela junto a nuestro Embajador en Argentina, y aquí, en una sala del periódico "La Nación", Castillo acompañado por el Embajador de Argentina en Chile. Este match lo ganó nuestro campeón por 1,5 puntos a 0,5.

A la muerte de Mariano, en 1970, algo se escribió en su homenaje. De las palabras escritas en esa ocasión, he aquí de lo que dijera en Concepción, Bernardo Gordon:

"De estampa recia, moreno, de risa abierta y gesto amistoso, evocaba un verdadero torreón, como correspondía a su apellido. Si hubiese que asimilarle a una denominación ajedrecística, habría que haberlo comparado con una Torre".

Pequeña es esta semblanza sobre nuestro recordado campeón, pero ella sirva para presentar, a quienes no conocieron a este Maestro Nacional que muchos triunfos diera a nuestro ajedrez, y que siempre estaba dispuesto a enseñar y mostrar los caminos correctos para los trebejos.

Fuente: FENACH

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